“Ding-dong, ding-dong” mi timbre suena, tras el telefonillo estaba Manu. Era su primer Campus y no quería llegar tarde. Por delante nos quedaban 4 horas y media de camino hasta Santander, ciudad que él ya conocía muy bien, pero que esta vez le tenía un nuevo atractivo: El Campús de JCs.
Yo, como experto asistente a estos eventos, constantemente le recordaba que disminuyera la velocidad del coche ya que no había motivo para correr porque muchas veces la primera sesión se demoraba, pero creo que a Manu le podían más las ganas y entusiasmo de conocer de primera mano todo lo que las pasadas semanas le habíamos contado del campus que mis consejos sobre seguridad vial.
Con nosotros venía también Fran, otro experto en campus JCs, y entre los dos íbamos relatando como habían sido nuestras experiencias previas y poniéndole los dientes largos al novato del grupo.
Tras casi cinco horas de viaje por la preciosa autovía que recorre la costa norte llegamos a la capital Cántabra, rápidamente dejamos las maletas en nuestro piso y pusimos rumbo hacia la sede del campus. Llegamos tarde, pero llegamos.
Tras asistir a las ponencias de la tarde y reencontrarnos con el resto de los equipos de otras comunidades tocaba organizarse para la noche, buscar un lugar para cenar y para reunirnos todos a charlar. Esta es una de las mejores experiencias que los campus aportan pero que no aparecen reflejadas en el programa del evento. Es un momento muy enriquecedor porque tienes tiempo para hablar con otros jóvenes de España, o incluso los invitados de Europa, acerca de los problemas o proyectos que tienes en tu comunidad, intercambiando diferentes ideas o puntos de vista que al final te ayudarán a solventarlos. Al final a todos nos une una misma inquietud: la política; y este es el tema del que hablas y del que todos quieren contar sus buenas y malas experiencias.
El sábado fue un día intenso. Las ponencias comenzaban temprano, y algunos de nosotros habíamos estado charlando hasta tarde la noche anterior, por supuesto de política.
Como en las citas previas las ponencias fueron muy acertadas, temas actuales, motivantes y que despiertan en los asistentes tal interés que te olvidas de las horas de sueño que le debes a la cama. En los descansos aprovechas para acércate y hablar con los ponentes, personas que habitualmente ves en informativos y programas de tertulia y que ahora los tienes delante de ti, accesibles y siempre dispuestos a contarte sus experiencias y motivarte para continuar avanzando en el duro camino político.
Como años anteriores se formaron mesas de trabajo, donde nos juntaron con otros asistentes que compartían un tema o afición en común. Tengo que admitir que este es uno de los momentos más fructíferos de los campus, y hablo desde la experiencia de haber participado ya en 4. Se toman muchas ideas y opiniones de los otros participantes y también es un lugar donde explicar tus propias experiencias que en ocasiones ayudan a resolver pequeños problemas que puedan tener otros integrantes del grupo. Es un momento de intercambio y es un momento para aprender.
Y por último llegó el momento de exponer nuestras ideas en público. Esta vez fue en formato debate, y a pesar de que nuestro grupo no ganó la discusión, nos quedamos muy contentos del trabajo realizado y de las ideas aportadas sobre un tema que nos será de utilidad en el día a día de nuestra carrera.
Momento de despedidas, unos se van al sur, otros se quedan en el norte, algunos para el este y nosotros para el oeste. Cada uno de un punto de España, cada uno de una forma de ser única, pero todos compartimos los mismos ideales de igualdad, libertad y unión.
“Ding-dong, ding-dong” suena de nuevo el timbre, pero esta vez era yo el que estaba del otro lado de la puerta.